Pediré limosna en la morada de tus ojos
con la inercia que deambula mi miseria.
Abriré mis carnes subyugadas por tus manos
al capricho de tu ansia aún somnolienta.
Vagaré errante hambriento de tus besos codiciosos
como aguarda la playa en la noche a la marea.
Cumpliré en la cárcel mi sentencia, sin recurso.
Al amparo de tu indulto, caprichoso de quimera.
Qué dulces son los labios
Qué dulces son los labios vida mía
que cálido el abrazo adormecido
que breve es el encuentro y, sin embargo…
Cuanto furor, desprenden los sentidos.
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