Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

miércoles, 15 de febrero de 2012

CITA EN ZARAGOZA

Hace  una semana que pasó y todavía  está muy presente. Una cena con una magnifica comensal, la mejor que he tenido en mi vida. Esa noche pude compartir momentos felices y dichosos. Podría describir su aspecto físico y como iba vestida, y gastaría las cuatrocientas palabras permitidas, quiero acentuar los pequeños detalles, aquellos que pasan casi desapercibidos en cualquier persona pero que en ella destacan de manera inusual.

Desde esa noche solamente he hecho que sobrevivir.

Todo ocurrió en Zaragoza, tuve que ir por trabajo y en una convención  encontré a Mercedes una compañera del instituto de mi época de seminarista en Alagón.

Me reconoció y  recordamos viejos tiempos, durante el desayuno estuvimos hablando sin cesar y fueron tantos los recuerdos que quedaron en el tintero que, en un arrebato eufórico la invité a cenar, aceptó encantada. La cena fue en el Windsor un prestigioso restaurante.

Es de esa personas que saben guardar las formas y mantenerse en perfecto equilibrio con el entorno, intenta pasar desapercibida y sin embargo algo dice a gritos que esta allí.

Coordina con maestría cada uno de sus movimientos. El simple gesto de llamar al camarero ya es digno de reseñar, una mirada con cierto grado de complicidad,  una leve y cálida sonrisa fueron suficientes para tener al camarero presto durante toda la velada.
Su forma  de escuchar  resultaba estimulante, clavaba su mirada en  la mía y con las manos marcaba el ritmo de la conversación, es obvio decir que yo estaba en el Olimpo disfrutando de la fantástica  velada.

Se mordía el labio inferior en los instantes que la conversación alcanzaba temas interesantes, en terrenos comprometidos,  un gesto innato que potenciaba mas su belleza.

Escucharla hablar, serena, candente, segura y pausada, me producía un éxtasis profundo, rezumaba sensatez  en cada frase, las palabras viajaban en el aire y se introducían en mis oídos como dulce  melodía. Con sus manos se atusaba el pelo rebelde una y otra vez. 

El momento estelar vino cuando al finalizar la cena me dijo que tenía una botella de champán en casa, y que podíamos ir a tomar una copa si me apetecía. ¡Quien en su sano juicio rechaza semejante proposición!.

El fruto obtenido esa noche fue de escándalo, único e irrepetible. Después del champán…teléfono… siento no poder prolongar  ese momento tan sublime, me acaba de llamar,  viene a Madrid y hemos quedado a cenar.
Continuará.














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