Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

jueves, 28 de junio de 2012

HOMENAJE A LUNA

Sintió una punzada interna que la paralizó por completo, sus músculos se quedaron agarrotados y tras pasar unos segundos tuvo la seguridad de que el dolor era  preocupante. La defensa de su territorio (el corral) ante los gatos vecinos como su más preciado tesoro le había llevado a éste escenario tan trágico.
Luna se apostó a la sombra de la parra junto a un viejo cactus, estiró despacio sus patas y buscó la posición más cómoda, aguardando que su angustia mitigase en su  intensidad.  Luego, escrutó en el baúl de su imaginación retazos de su pasado, donde olvidar de forma momentánea su preocupación. Retrocedió hasta el primer día que conoció a su nueva dueña, (bueno más que su dueña su amiga), la benefactora que la cuidaba y mimaba desde hacía ocho años de forma exquisita. Cuantos ratos compartidos las dos juntas, contándose sus alegrías y sus penas, porque a pesar de hablar lenguajes diferentes, entre ellas se comprendían con sólo mirarse, su ama hablando dulcemente, mientras le preparaba el bol de su comida, y ella lamiendo su mano agradeciéndole el gesto.
En esas estaba cuando apareció Higinia, quiso incorporarse para recibirla como hacia siempre, pero fue imposible, su cuerpo no le obedecía, Higinia fue en su busca y tras  regañarla cariñosamente cambio el rictus de su cara, percibió que Luna, su querida perra, se encontraba mal, algo grave le sucedía. La acarició mansamente y le preguntó con ternura. Luna volvió a intentar levantarse pero no pudo. Entonces la melancolía apareció en los ojos de Higinia,  y se fue rauda a por una vieja alfombra para abrigarla.
Cinco minutos más tarde se presentaron Higinia y Abel a examinar su estado,  pero la realidad no era más halagüeña, la colocaron sobre un tablero y la transportaron en él hasta el coche. Partieron a la clínica veterinaria del pueblo cercano, y tras un examen exhaustivo, el veterinario les informó que Luna, la perra que tanto amaban, tenía una artería principal partida y un derrame interno imposible de operar. Apenas le quedan unas horas de vida les comentó entristecido por no tener solución para su problema.  En estos casos lo más conveniente es ponerle una inyección para concluir con su sufrimiento.
 Los ojos de sus cuidadores se tornaron vidriosos, y la torre de la alegría se les derrumbó con gran estrépito como un castillo de naipes. Asistieron a la solución del veterinario rogándole estar con Luna durante el proceso, querían acompañarla en su último tramo por la vida, muchas fueron las vivencias compartidas bajo el arco de la cordialidad, y ahora un sabor amargo les  invadía.
Luna permanecía recostada, sin  fuerza y con los ojos cerrados, Higinia se colocó a su lado y comenzó agasajarla, su mano temblaba ligeramente, ella percibió la mano de su amiga y abrió sus ojos, en ellos se reflejaba su abatimiento y un grado de culpabilidad por la situación tan desapacible en la que se hallaban.
El veterinario preparó la inyección y se la puso mientras ellas se miraban de forma mutua, un extraño coctel de sentimientos se mezclaban en sus corazones, tristeza, abatimiento, nostalgia… pero también el de la felicidad por haber disfrutado juntas estos años. Y así fue como luna  agonizaba con lentitud, e Higinia transitaba su mano por el cuerpo inerte de su fiel compañera a la vez que musitaba una oración de despedida. Nunca tuvo mejor aplicación la canción: “algo se muere en el alma cuando una amiga se va”.

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