Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

domingo, 7 de noviembre de 2010

UN EXTRAÑO CUADRO


     Hace unos días en mi devenir por las calles de un pequeño y entrañable pueblo, entré en una tienda de regalos, y mira tú por dónde me prendé de un curioso cuadro, donde una bella dama permanecía sentada sobre una roca impregnada por un musgo verde y brillante, mientras el océano bañaba sus pies.
     La enigmática mirada de aquella dama apresaba a quien contemplaba la pieza. Me invadió la sensación de que el pintor lo realizó en un momento lúcido  de inspiración.
     Yo, que buscaba quien me acompañase en mis largas horas de soledad, pensé que este cuadro rompería mi hastío y mis eternas noches de insomnio.
     Pregunté el precio y la dueña me dijo que eran 90 euros, me repetí el precio un par de veces en voz baja y sin meterme en más dilaciones, opté por comprarlo.
     Me lo embalaron correctamente y el deseo de verlo colgado en la pared de mi casa provocó un revoloteo de mariposas  sobre mi estómago, mientras lo apresaba contra mí,  síntoma que hay quienes achacan a estar enamorado.
     Una vez colocado en el salón comencé a ofuscarme con él, no podía apartar mi mirada de aquella chica rubia ondeando su pelo, el agua refrescando sus pies y sus ojos fijos en mí.
     Parecerá extraño y no me quiero extrapolar en el comentario, pero llegué a la conclusión que esa mujer tenía vida y que me seguía allá donde me encontraba. Yo, una persona habituada a estar solo, no terminaba de adaptarme a aquella situación tan seductora.
     Pasó el día, llegó la noche, me metí en la cama y me acomodé lo mejor posible sobre mi mullido colchón, mi cuerpo estaba extenuado por el  ajetreo y la  agitación. Dormí de un tirón.  
    Por la mañana,  un olor a carne asada me hizo despertar; me levanté, me dirigí a la cocina, y sobre la mesa encontré unos huevos fritos y un filete de panceta invitándome a ser devorados. Nadie a la vista, miré y remiré hasta comprobar que estaba solo. Al entrar en el salón y reparar en el cuadro, mis ojos advirtieron como la chica me ofrecía una tierna sonrisa.
     Quizás todo haya sido fruto de la imaginación o una extraña visión óptica, pero de igual modo, a partir de ese instante, la soledad y el hastío desaparecieron de mi estancia y de mi corazón.




No hay comentarios:

Publicar un comentario