Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

viernes, 14 de enero de 2011

UN CHICO PIN-UP


Soy un chico pin–up, mi cuerpo es la herramienta de trabajo. Bueno, mi cuerpo y una pieza de mi anatomía bien desarrollada, que además de proporcionarme las habichuelas me da multitud de alegrías y placeres. He descubierto en este mundillo que las mujeres en grupo, con unas copitas y buen ambiente se atreven con todo. Mujeres, “tan molestas como precisas” como dice un buen amigo mío, pero dotadas con un sexto sentido que las hace únicas.

Curro en un local de striptease todas las noches y de vez en cuando me contratan para despedidas de solteras en casas particulares, me encanta ese juego, es maravilloso ser el centro de atención y ver como sucumben ante mis encantos. Saberse el protagonista y poder concebir como la lujuria va a la velocidad de la luz en la autopista de sus cuerpos te da alas para continuar en este placentero oficio.

Hace unas noches mi jefa, una mujer madura y sin escrúpulos, a quien tengo que complacer cuando me ordena, hizo que me exhibiese para dos guapas mujeres que buscaban macho para una ajetreada noche. Aun recuerdo como sus miradas iban dibujando y grabando mi silueta en su retina, cuando yo comencé a contonearme al compás de la música y  me desprendía de la ropa que cubría mi cuerpo. Al arrancarme el pantalón pirata de un golpe y arrojarlo sobre la pista, sus ojos se me clavaron como dagas sobre mi pequeño tanga que escasamente cubría mi miembro, unos movimientos circulares de cadera fueron suficientes para dejarlas petrificadas unos instantes y conseguir que me contratasen.

Llegué al piso, allí la fiesta llevaba ya un par de horas, un amiente cargado inundaba las habitaciones, el alcohol y algún que otro estimulante extra corrían por las venas de las jóvenes chicas. Mi entrada, triunfal por antonomasia y en un pis plas me vi rodeado por varias de ellas, expectantes y traviesas. Me indicaron el lugar del espectáculo, una vieja mesa improvisaba como escenario, poco espacio pero suficiente.

 Sabía lo que querían y era único  en esa lid. La música creó un ambiente mágico, fui desprendiéndome de mi ropa entre vítores, aplausos y algún que otro toque sutil   de las más próximas, jadeando y suplicando que me desprendiese del tanga cuando este era la  única prenda en mi cuerpo. Es cierto que las sensaciones antes de iniciar estás travesuras no son demasiado halagüeñas, pero el final siempre es portentoso. La noche terminó como siempre, dentro de  la cama de una de las asistentes haciendo horas extras.




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