Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

domingo, 27 de marzo de 2011

UN HOGAR DONDE SIEMPRE ENCONTRÉ PAZ

     Como cada mañana, Carmelo se dispone a realizar su tarea, encender la lumbre para que cuando Isabel se levante encuentre la habitación cálida. Una casa con una estructura ancestral que cobija cientos de recuerdos (ocho hijos viviendo entre esas paredes dan para mucho).
     El tiempo ha dejado que sus menesteres sean  simples y sencillos, aun así, Carmelo se siente útil y realizado. Un hombre campechano y polivalente que a lo largo de su vida, siempre estuvo bien considerado por su intachable trayectoria.
     Después se dirige presto al corral, se encuentra con sus gallinas y conejos que, cuando advierten su presencia, se arrojan a sus pies para que les mime y les alimente. Les rellena el pilón de agua y tras coquetear con ellos, se marcha en busca de blanquita, una joven cabra traviesa que solamente a él obedece. Toma la vasija de barro y se dispone a ordeñarla, humedece sus pezones con suavidad y, con habilidad dirige el chorro de la leche al fondo del cuenco.
     Isabel está en plena faena, está preparando el puchero, hoy comerán potaje. Patatas, judías, un chorizo y una morcilla  caseros son los ingredientes.
     Sobre el suelo embaldosado, Isabel coloca en riguroso orden todos los componentes esperando el momento apropiado.
     Carmelo regresa con el recipiente de la leche, la hierve y prepara el desayuno; coquetean, sonríen y charlan mientras desayunan.
     El ruido de la puerta de la calle les anuncia que alguien viene, se levantan porqué conocen esa forma de llamar y sus viejos corazones se aceleran de felicidad. Abren la puerta y allí les aguarda sonriente uno de sus nietos. La agitación les embarga, al tiempo que un cálido abrazo provoca en los azules ojos de la sensible Isabel lágrimas de emoción.
     Pasan al interior de la casa y se encuentran que, blanquita se está comiendo las patatas. Carmelo le grita: “¡Valiente japuta!” y emprende una carrera tras ella sin conseguir alcanzarla. Se ríen los tres juntos.
     Más tarde se sientan alrededor de la lumbre y emprenden una agradable conversación que dura hasta la hora de comer. Carmelo narra, incansable, historia tras historia, mientras su nieto e Isabel permanecen atentos al desenlace.  La paz se hace un hueco en tan humilde hogar.

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