Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

miércoles, 15 de junio de 2011

MELANIA, LA RECOLECTORA DE LÁGRIMAS

   Para contar cuentos o historias hace falta poder transportarse a ese mundo fantástico de la magia, ese mundo donde habitan seres extraordinarios que sólo tienen cabida en nuestra imaginación.
   Es por eso que ahora mismo os voy a pedir que olvidéis el mundo donde vivimos, lleno de realidades, repleto de libros y libretas de clase y tal vez de exámenes finales… Vamos a transportarnos al mundo mágico de las hadas, los duendes y los elfos, pero para ello hace falta que os concentréis, que creáis en ellos por unos momentos y que os dejéis llevar por la magia de esta historia fantástica que os va a llenar de emoción.

   Allá en el país de las maravillas, al otro lado del mundo real, habitaba un ser muy especial: la recolectora de lágrimas. Un hada dulce y tierna, llena de ilusión y esperanza, que cada noche cumplía su objetivo.

¿Sabéis cual era su objetivo?  Tal vez os lo podéis imaginar porqué su nombre os da una pista … Pues ella, la recolectora de lágrimas, cada noche hacía su ronda por los cielos de los pueblos, de las ciudades y sus barrios, para recolectar las lágrimas de los niños que lloraban por la noche.

¿Alguna vez habéis llorado de noche? ¿No os habéis dado cuenta de que cuando os frotabais los ojos se os empañaban? Pues eso era que allí, junto a vosotros, se presentaba el espíritu de la recolectora de lágrimas para recoger las vuestras, aquel vaho borroso que os empañaba los ojos, no era otra cosa que la presencia de Melania que os había oído y os envolvía en su nube de fantasía…

Cada noche Melania salía desde la torre de su palacio, deslizándose suavemente entre las estrellas, en dirección allá donde su aguzado oído la conducía. Pero no iba sola… la arropaban pequeñas partículas brillantes que se situaban a su alrededor para protegerla.

¿Protegerla de qué? - os preguntaréis.
Queridos niños… no sabéis los peligros que esconde la noche por aquellos parajes. De noche todo está oscuro y no se pueden ver las cejas fruncidas de las nubes tormentosas a punto de descargar su lluvia. Es por eso que esas minúsculas partículas que acompañan a Melania se colocan cada noche junto a ella, para evitar que una tormenta de lluvia y viento la desvíe de su camino, ellas le sirven de impermeable protector para que cada noche pueda cumplir su objetivo.

   Atado a su cintura con un cordón dorado en forma de cinturón, lleva un frasquito de grueso cristal que va llenando cada noche con las lágrimas de los niños que logra recolectar, y cuando vuelve de regreso a su morada, lo vierte en otro frasco más grande hasta que lo tiene completamente lleno.
   Y entonces… entonces es cuando más felicidad le da su trabajo nocturno, porqué esas lágrimas recogidas con tanto amor las lleva a un lugar especial… muy especial…



   Aquella noche de invierno, después de dar unas cuantas vueltas sobre la ciudad, sintió una extraña sensación… no era una noche como las demás y nadie como ella reconocía una situación especial…
   Se detuvo un momento en la oscuridad de la noche, su cuerpecito flotaba en el firmamento y lucía con una aureola brillante, aguzó su oído inclinando la cabeza en la dirección contraria del viento y se concentró. Entrecerró los ojos, arrugó su frente y puso sus manos en los oídos para poder captar el mínimo ruido que delatara el lloro de un niño.
   Sí… ya lo tenía localizado…se oía a las afueras de la ciudad, pero estaba muy lejos…en un pueblecito del interior, por eso se oía tan flojito.
   Aquellos finísimos sollozos que se escapaban de la garganta de un niño habían podido ser captados a la perfección por la experta Melania y hacia allí se dirigió.

   Llegó hasta un viejo caserón de altos muros y ventanas pequeñas, a través de una de ellas pudo atisbar una tenue lucecita. Se detuvo de nuevo justo frente a la ventana y observó… estudió la situación…
   Nunca tuvo dificultad para entrar en las habitaciones de los niños, su magia la acompañaba por doquier. A veces, sobretodo en verano, se encontraba las ventanas abiertas o entornadas, pero en invierno todas estaban cerradas para proteger el calor de la familia. Entonces usaba su magia y su cuerpecito se vaporizaba, se convertía rápidamente en una leve bruma grisácea invisible para los ojos humanos y se filtraba por cualquier rendija, incluso por el hueco de la cerradura de la ventana.

   Lo que vio en aquella habitación le llenó de emoción.
Una niña de unos cuatro años estaba llorando desconsolada. Su madre la tenía sentada sobre sus rodillas y procuraba calmarla:

- Mami - decía la niña entre sollozos abrazada a su madre - quiero ir con mi abuelita.
- No llores, mi niña. La abuelita no está con nosotros, pero ayer fuimos a verla y sabes que estaba bien. Has tenido una pesadilla porqué la quieres mucho y la echas de menos. Aquí ya no podíamos cuidar de ella… Volveremos a verla la próxima semana. Anda, duérmete, que seguramente ella estará pensando también en ti.
  
   La mujer arropó con cariño a su hija y la besó dulcemente en la frente, apartando un mechón de pelo empapado de lágrimas. Salió de la habitación y le dejó un pequeño piloto de luz en la cabecera de la cama para que se tranquilizara y cogiera de nuevo el sueño.
   Pero la niña no se consolaba y Melania se decidió. Se coló por una grieta de la ventana y, atravesando la semioscuridad de la habitación, en un instante se plantó junto a la niña, que seguía sollozando entre las sábanas. Sacó su frasquito y empezó a recolectar aquellas lágrimas de amor que desbordaban en los ojos de la chiquitina. Tanto lloró la niña antes de dormirse, que el frasquito acabó por llenarse y así, Melania dio por finalizado su trabajo de aquella noche.


   Cuando ya en su palacio, se dispuso a vaciar el frasquito dentro del otro mayor, vio con gran alegría que aquellas últimas lágrimas de la niña habían dejado ya el frasco repleto, por lo tanto, había llegado el momento de llevarlas a aquel lugar especial, donde tanto bien hacían.
   No esperó la noche siguiente y se dispuso de nuevo a alzar el vuelo hacia aquel lugar.

 ¿Sabéis dónde iba Melania?

   Pues a uno de esos lugares donde se cuidan a nuestros seres mayores tan queridos, a la Residencia de Ancianos. Allí era donde la recolectora derramada todo su frasco de lágrimas, cada recipiente iba destinado a una Residencia distinta y aquella noche, por arte de magia, le tocaba allí, el mismo lugar donde la abuelita de la niña estaba ingresada.
   La recolectora de lágrimas adoraba su trabajo. Se le ensanchaba el corazón a medida que se iba acercando a la Residencia porqué sabía el bien que hacían aquellas lágrimas de los niños a todos aquellos ancianos que se dormían en la soledad de su habitación. Melania entraba en todas y cada una de las salas y visitaba uno por uno a todos los ancianos. Sin que ellos se dieran cuenta, se situaba a su alrededor y les salpicaba con unas pocas  lágrimas. El efecto era instantáneo, aquellas pequeñas gotitas recolectadas con tanto cariño se convertían, por obra de magia, en salpicones de felicidad para aquellos queridos abuelos. A los pocos minutos, desaparecía la angustia en sus corazones, se sentían tranquilos y se quedaban plácidamente dormidos hasta el día siguiente, que sería un día especialmente feliz para ellos porqué se sentirían impregnados por el amor de aquellos niños que estaba concentrado en sus lágrimas.
   Pero al acercarse a la abuelita de la niña, Melania se sintió tocada por una sensibilidad especial… La anciana estaba tumbada en su cama de frías sábanas blancas con la mirada perdida en el techo… no podía conciliar el sueño pensando en su nietecita. El hada decidió que aquel era un momento especial, de alguna manera tenía que hacer llegar el amor de la niña hasta el corazón de la anciana…. Y fue entonces cuando, bajo la penumbra de aquella habitación, aquella bruma grisácea se fue condensando hasta que el cuerpecito de la niña apareció en la cabecera de la cama. Había adoptado el cuerpo de la nieta por unos instantes, para estar al lado de aquel ser tan querido.
   La viejecita no se dio cuenta hasta que notó que una mano diminuta se cogía a la suya y una cálida humedad le acariciaba la frente, los ojos, las mejillas… eran las lágrimas que se iban deslizando sobre su piel. Giró su cabeza sobre la almohada y sus ojos se abrieron como naranjas cuando vio a su querida niña a su lado.
   Sabía que aquella aparición no era real, que no podía ser, pero apretó suavemente la manita entre la suya y supuso que era un sueño, que se había quedado dormida con aquella honda pena en el alma y por eso ahora estaba soñando con la niña. Dio gracias a Dios por concederle aquel hermoso sueño y… se quedó plácidamente dormida mientras las manos del hada acariciaban su frente.
   Melania retornó a su palacio, esperando una nueva noche, más lágrimas de niños para recolectar y más emociones para repartir en las Residencias de Ancianos.

   Si os dais cuenta, nuestros mayores siempre nos dicen “Cuando nos hacemos mayores, nos volvemos como niños”. Pues ese es el objetivo principal de la recolectora de lágrimas… convertir corazones viejos en corazones nuevos…



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