Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

miércoles, 29 de junio de 2011

VÍCTOR, SU TÍA, BOBY Y EL RUISEÑOR

Víctor ha cumplido ya diez años, vive con su tía única pariente, en una pequeña casa de un pueblo casi perdido. Ella, su tía, es de carácter áspero y huraño (debió nacer así y ni siquiera Dios pudo cambiarle su perfil tosco). 
El chico en cambio, es un niño  alegre, vivaracho y divertido, demasiado delgado pero con una fortaleza envidiable para su edad. Tiene una mirada dulce y limpia que impregna todo cuanto sus negros ojos vislumbran. Él vive en una pequeña burbuja, un paraíso donde  Boby, un perro callejero sin raza definida, inteligente y mimoso, es su más fiel amigo.
Hay días en que, sin saber  porqué, el manómetro de nuestro  subconsciente nos indica que algo va a suceder. Entonces, el tiempo propulsor de causa-efecto da un giro de ciento ochenta grados y todo se revierte de tonos y colores diferentes.
Esa mañana de verano el pequeño tomó su carcaj, llamó a su fiel Boby y se dispuso con sus minúsculas flechas impregnadas de una pasta pegajosa apresar un ruiseñor, con la esperanza de que la armonía de su canto  cambiara el humor de su tía.
Víctor tiene un don especial para alejar los nubarrones y las sombras que en ocasiones envuelven a su querida tía, porque a pesar de su temperamento, él, ama a su tía.
Llegó al lugar indicado en el cual un madrigal compuesto por diferentes cánticos proporcionaban armonía al entorno. Boby con su quietud y su cola en posición de rictus, indicaba la dirección donde un ruiseñor se afanaba en su canto. Tomó una de sus flechas, la colocó sobre su pequeño arco y apuntó con precisión.
La flecha despuntada, silbó en su trayectoria y al pasar frente al  pecho del ruiseñor le arrastró hacia un matorral abrupto, el ruiseñor quedó atrapado entre los espinos. Boby en un alarde más de generosidad, se adentró en el difícil arbusto hasta rescatar con su boca al pequeño ruiseñor.
En principio, Víctor creyó que Boby se lo había comido y le increpó por su acción, pero cuando abrió la boca y le encontró vivito y con la mirada perdida, cambio su actitud y se abrazó a él.
Ese día y el resto de los días venideros fueron mucho más radiantes, el ruiseñor logró volatilizar con su trino  el carácter de su tía, tal y como el pequeño Víctor había imaginado.




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