Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

lunes, 11 de octubre de 2010

EFEDRA



Ella permanecía sentada sobre la cama con la mirada fija en la ventana, su cuerpo permanecía en aquella habitación pero su mente deambulaba por algún recóndito lugar, perdida y sin rumbo.
Los últimos rayos del sol de la tarde se perdían por el horizonte, siluetas que se disipaban en la cinta del horizonte y cedían el paso a grotescas nubes grises, presagiando malos agüeros.
Con un perceptible esfuerzo se levantó de la cama y se dirigió hacia la ventana, giró la manivela y un fuerte viento empujo la hoja de la ventana contra su menudo cuerpo, un aire gélido invadió su alcoba, sustituyendo el ambiente cargado de la habitación.
Efedra se sentía muy deprimida, todos le dieron de lado y estaba sumida en una profunda depresión; sus amigos, esos que ella creía tener, le habían fallado y su pensamiento no era otro que darles una lección para demostrarles que no los necesitaba.
Se giró de nuevo hacia el interior intentando retener en sus retinas todo aquello que la rodeaba, un último repaso a la estancia. Se acercó a la mesita y abriendo el segundo cajón, extrajo de su interior el diario, aquel montón de hojas apretadas donde cada día reflejaba lo más relevante de la jornada. Abrió la página por la fecha del veintitrés de febrero y se dispuso a leer lo que  unos minutos antes había anotado.

“Espero que sepáis respetar mi decisión y que nadie especule con hipótesis intentando dar sentido a lo ocurrido, tampoco busquéis versiones cómodas para quedar bien ante vosotros mismos, quiero constatar a quien lea mi diario que la decisión está tomada a conciencia, a sabiendas de lo que hacía en cada momento, que no he tomado drogas ni nada por el estilo para embarcarme en esta aventura sin retorno”.

Tras comprobar que lo escrito en su diario se correspondía con aquello que le dictaba su corazón en aquellos momentos, volvió a levantar la mirada para dar un último vistazo a todos aquellos objetos con los que había compartido tantas horas.

Se encaminó hacia la ventana que permanecía abierta, el viento se apresuraba para impregnar cada milímetro de la habitación y entonces, tomando la silla de su escritorio, la acercó hasta la   ventana.
Subió a la silla y desde ella se pasó a la repisa con una zancada. El viento ondeaba su cabellera y siete pisos la contemplaban desde aquel vacío bajo sus pies, una vez situada en la repisa y con la mirada puesta en los últimos rayos de sol que se alejaban tras las montañas, metió su mano en el pantalón verde de pana, sacó su móvil Nokia 3410 y comenzó a marcar un número de teléfono, memorizado ya de otras ocasiones.

Álvaro llevaba horas frente al ordenador intentando escribir alguna historia interesante, pero esta tarde su inspiración se encontraba dormida. Tras haber comenzado distintos relatos y ninguno resultar ameno, se acercó a la terraza para tomar un poco de aire fresco, con la esperanza de que le despertase la inspiración. Apoyado sobre la barandilla quedó atónito al advertir como su vecina del séptimo se hallaba en la repisa de la ventana con un móvil en la mano.

Se escondió pegando su espalda a la pared de la terraza para que Efedra no le viese, y evitar así precipitar los acontecimientos.
Solamente había cruzado con ella un saludo de buenas tardes y le pareció lo más maravilloso del mundo, ahora la tenía de pie en la repisa de una ventana con un teléfono en la mano y llamando a alguien para decirle la locura que iba a cometer.
Esta imagen aceleró su ritmo cardíaco y su mente se dispuso ávida a trabajar. Se cuestionó que posiblemente llamara a su novio,  habrían tenido una discusión y por eso ella estaba ahí.
Álvaro guardaba el recuerdo de Efedra desde que la vio por primera vez y le pareció una chica encantadora; su forma de andar, su manera de vestir, esa dulzura al hablar y la ternura de su mirada habían conseguido hechizarle de una forma especial… se sentía atraído por esa chica y no sabía porqué.
Decidió asomarse de nuevo a la terraza despegando su espalda sudorosa de la pared y de la manera más serena posible le dijo:

  -  ¡No lo hagas, no merece la pena, es una locura, nada hay mas bonito que la vida!

Efedra giró la cabeza para ver de donde provenían esos comentarios y respondió.

  -  ¿Que no haga  qué?

  -  Pues que va a ser - contesto Álvaro-, lo que tienes propósito de realizar.

  -  ¿Cómo sabes tú lo que voy a hacer, si no se lo he dicho a nadie?

  -  No hace falta ser adivino, para entender tus intenciones…

  -  Me parece que te estás equivocando, y tú no puedes calcular la magnitud  de mi problema.

  - Sea cual fuere tu problema me tienes a mí para ayudarte -alegó Álvaro-, comprobando que la conversación estaba discurriendo por buenos derroteros.

  -  Si conocieses mi situación lo entenderías - dijo Efedra con cierto aire de tristeza.

  -  No tengo nada que hacer en estos momentos, así que… ¿por qué no me lo cuentas y podré valorar si efectivamente es tan grave como dices?

-       Está bien –repuso ella-, pero te advierto que la decisión la tengo tomada y no la voy a cambiar por muchas razones que me des.

Efedra tomó aire y se dispuso a relatar su historia…
“Todos los sábados, los amigos nos reunimos para merendar y pasar una velada agradable. Espero con ansiedad durante toda la semana ese encuentro, es uno de los momentos más felices para mí. Pues bien, este sábado íbamos a merendar en mi casa y todos mis amigos han puesto una excusa para no venir. Realmente algunas de las razones son tan increíblemente rebuscadas que ni un niño se las creería.

  -  ¿Y ese es el origen de la situación?

  -  ¡Claro que sí! ¿Te parece poco? Tal vez a ti no te parezca motivo de tristeza, pero para mí ha representado una fuerte decepción.
  -  Bueno, está bien, si tú lo dices...

  -  Perdona - reaccionó Efedra en un instante - , tengo que dejarte, espero que lo entiendas…

  -  ¡No, por Dios, no lo hagas! No puedes acabar con tu vida simplemente porqué aquellos que creías tus amigos no quieran merendar contigo. Me tienes a mí, que  prometo acompañarte y pasarme, si es necesario, toda la noche hablando contigo de lo que quieras.

  -  ¿Tirarme? Vaya por Dios… No me digas que estás pensando en que me quería suicidar.

  -  ¿No es así? – tembló la voz de Álvaro con extrañeza.

  -  No, por supuesto que no - respondió Efedra esbozando una sonrisa al darse cuenta de lo que Álvaro imaginaba - Estaba intentando llamar a Tele-pizza para que me traigan una pizza a la carbonara y merendar aquí, en la soledad de mi piso… con el alma encogida, estudiando la forma de devolverles el golpe, pero sin ánimo de lanzarme al vacío, como tu supones.

  -  ¿Y para eso tienes que salir a la repisa de la ventana?- se extrañó Álvaro, sin acabar de convencerse.

  -  Por supuesto - afirmó Efedra-, dentro de la habitación no hay cobertura y tengo que llamar desde aquí, porqué no me apetecía salir a la calle en este estado.

Álvaro había visto cosas inverosímiles en la vida pero esta se llevaba la palma.
  - Te juro que pensaba que querías marcharte de esta vida por la puerta de atrás - argumentó Álvaro en tono conciliador.

Efedra sonrió de nuevo y le tomó la palabra:
  -  Acepto la oferta que me has hecho de pasar la velada conmigo, te espero abajo y nos vamos a la pizzería a merendar.¡Ah! y no te preocupes – continuó con una carcajada - que bajo en el ascensor.
Álvaro quedó pensativo unos segundos hasta que el mismo nerviosismo de la situación le hizo unirse a la risa de Efedra. Había llegado su oportunidad y no la desaprovecharía.

Y así fue como se inició aquella relación que derivó en una buena amistad.


2 comentarios:

  1. Una manera muy extraña de comenzar una amistad, la verdad es que yo hubiese pensado lo mismo al ver la escena.

    Precioso Relato y además con final feliz.

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  2. Gracias Chelo por tu comentario; desde luego hay formas extrañas para hacer brotar una relación.

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