Ignoro el motivo de haber nacido y si tengo en esta vida alguna misión concreta que realizar. No sé, por tanto, si lo que hago en cada momento está bien o mal, ni conozco el rumbo hacia el cual dirigir mi barco, hoy carente de timón.
Hace mucho tiempo que un ajar de inquietud se apoderó de mi espíritu, dejándolo a merced de un destino tardío en definición.
Mientras tanto, espero una luz iridiscente en el horizonte que me indique. En los templados días del otoño que ahora nos invade, es cuando por mi cabeza bullen sueños utópicos y por mi corazón navegan deseos incontrolados.
Noto como el cielo cada día es menos brillante, veo como el azul del mar reverdece con el paso de las lunas. Percibo una brisa perezosa y tibia pululando a mi alrededor, cargada con el perfume de la añoranza y vestida con el rocío de la desidia. No siento por mi cuerpo recorrer en armonía ese dulce y sutil fluido llamado sangre, aunque intuyo que la hecatombe se va alejando en busca de un nuevo prosaico a quien arruinar.
Flanqueo la otra orilla de la vida esperando un mañana donde la indolencia y la mentira deserten de la estancia de esta órbita, y cedan su territorio al amor sincero y sin remilgos.
Y va pasando mi vida; hoy como ayer, posiblemente un mañana semejante a hoy. Solamente en ocasiones concretas, mi casi inalterable serenidad se turba ligeramente como el agua de un lago en el cual arrojan una piedra formando esos círculos concéntricos que se van difuminando en la superficie, eclipsados por el viento y las corrientes.
La verdad que tienes mucha razón,
ResponderEliminarCuantas veces nos sentimos así, sin saber el motivo por el cual estamos aquí, pero estamos al fin y al cabo y hay que seguir adelante, pues cada estación tiene su encanto y aunque hoy veamos cómo se pierden los colores estivales con la llegada del otoño… mañana quizás podamos discernir los hermosos colores ocres que trae con él. Siempre habrá un mañana mejor que el ayer… quien sabe lo que nos podemos encontrar al despertar, lo importante es disfrutar cada momento que se nos regala, pues tanto el bien como en el mal, el dolor y felicidad es un aprendizaje constante para madurar.