Relatos, poemas, cartas...

"La nostalgia es un sentimiento que madura en el odre de la vida".

domingo, 26 de septiembre de 2010

ENCUENTRO EN EL BUS

 

     Me llamo Noelia y soy conductora en la estación de la Elipa. El domingo por la tarde, realizando un viaje en la línea 110 ocurrió un hecho muy especial. Ya durante el curso, los instructores  me advirtieron que en el autobús viaja gente muy diversa.
     Llevaba más de la mitad de mi turno cuando, en una solitaria parada subió un chico, joven y atractivo.
- ¡Hola!
-¡Hola! Respondí sin poder dejar de mirarle.
- ¿Pasas por el cementerio?  Preguntó con amabilidad.
- Si, allí tengo  el final del recorrido.
- Gracias guapa.
Oírle ese piropo me hizo sonrojar. Se colocó en el asiento más próximo que encontró a mi lado sin dejar de mirarme.
     Yo, aunque debía estar pendiente del tráfico, no le perdía de vista. Cuánto más le miraba más interesante me parecía, además sentía una fuerte atracción hacia él. Sacó una pequeña piedra del bolsillo, la lanzaba al aire y la volvía a recoger, fue tanta mi curiosidad que le dije si tenía alguna particularidad.
     Me reveló, que era antracita, un talismán, y con la frase, “me caes simpática”  me pidió que se la custodiase.
     - Sirve para evitar broncas y transmite buenas vibraciones a quien la posee, viene de una estirpe ancestral y misteriosa - me dijo muy orgulloso.
     Accedí a su petición con la esperanza que no fuese un encuentro efímero. Tras entregarme la piedra y llegando ya al cementerio, se dirigió hacia la puerta de atrás para apearse, en un arrebato de frenesí, le pedí se bajase por la puerta delantera para deleitarme con su porte. “Me llamo Alex” y con un “hasta pronto” se bajó sin dejar de sonreír y diciendo que me esperaba  a la próxima vuelta.
     Continué mi servicio con entusiasmo y esperanzada de volver a encontrarme con Alex.

     Al aproximarme a la parada donde debía subir, mi corazón aceleró su ritmo, pero no estaba, miré y remiré sin encontrar rastro.
     La melancolía hizo acto de presencia y esperé angustiada a la siguiente vuelta pero… tampoco le  hallé.
     Antes de finalizar la jornada paré el bus donde él había descendido y entré en el cementerio. Comencé a mirar en derredor, mi sorpresa fue mayúscula cuando en una de las lápidas descubrí grabado el nombre de Alex y en el pie de una cruz un porta retratos con su foto.
     Miré en  mi bolsillo para asegurarme que no era un sueño y allí estaba la piedra, observándola pude ver una inscripción, “seré tu trasgo”.

Desde ese día no me separo de mi preciado talismán, una áurea envuelve a la antracita y me provoca confianza y seguridad.

2 comentarios:

  1. Una historia muy bonita.
    Ese talismán sin duda es un tesoro.

    Me gusta tu blog, que iré leyendo a menudo.
    Si te gusta la poesía, te invito a mi Nuevo Amanecer, allí encontrarás poesía y prosa.

    Saludos.

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  2. Gracias por tu visita, ya he dado una vuelta por él.

    Saludos.

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